La creciente presión ejercida sobre los ecosistemas naturales y el aumento de los fenómenos ambientales extremos llevan hacia escenarios de más vulnerabilidad respecto de los incendios, las plagas, las sequías o el cambio climático, por nombrar algunas amenazas. A la vez, los cambios de usos del suelo, la degradación del tejido productivo y social en los territorios de montaña y rurales, la creciente urbanización y los cambios sociales del mundo rural suponen nuevas dinámicas, presiones y riesgos para los espacios naturales y agroganaderos.
Los paisajes agroforestales resilientes consisten en implementar un nuevo modelo de gestión territorial transversal, multinivel y multiactor. Tienen que garantizar la persistencia de las masas forestales, la conservación de los espacios naturales y la buena gestión de la biodiversidad, a la vez que posibilitan el aprovisionamiento de recursos y bienes del bosque, y la actividad agroganadera y preservan los servicios ecosistémicos, tanto físicos, biológicos como culturales.